El vicio de compararse

Una de las peores cosas que hacemos en la oposición es compararnos. Todos sabemos que no debemos, que cada uno traza su propio camino, que nadie sabe las situaciones individuales que vivimos en cada momento y que pueden hacernos perder una convocatoria, o simplemente distraernos de cualquier modo, o colocar sobre nuestra espalda una carga que nos presiona en un momento en que deberíamos mantener la calma.

Vamos, que la teoría nos la sabemos perfectamente, pero nos la pasamos, como dice mi madre, "por el forro" y nos comparamos con todo el mundo, a ser posible con los que van mejor que nosotros, no vaya a ser que alguna vez salgamos airosos del nefasto arte de compararse y eso nos impida iniciar otra ola de lamentos de lo torpes que somos y lo mal que lo hacemos todo, que es lo que más disfruta todo opositor.

Recuerdo que cuando llevaba unos pocos meses opositando me preocupaba enormemente saber cuántos temas llevaban los demás. Me planteaba si iría rápida o lenta y me agobiaba sobremanera ver que otras personas con las que yo empecé avanzaban más deprisa. Por aquel entonces no existían las cuentas de instagram donde la gente cuenta cuántos temas lleva por semana/día/minuto, así que compararse era algo más etéreo. Si tenías compañeros de preparador (como era mi caso) ya tenías la tentación en la puerta de tu casa. Y si no los tenías, pues siempre podías leer foros, páginas de internet o cualquier cosa que te diese una pista de si debías llevar 2, 3, 4, 5, 6 o 15 temas por cante para ser un opositor medio, con posibilidades algún día no muy lejano de sacar tu plaza.

Cuando llevaba sólo unos 6 o 7 meses de oposición y no había terminado de ver ni el primer oral completo, fue el test de 2015. Recuerdo que algunas de mis amigas, con las que empecé la oposición (es decir, que llevaban también poco más de medio año) se presentaron a ese examen. Yo no fui,  porque no le encontré sentido, seguí con mi ritmo habitual. Cuando salieron las notas hablé con ellas y me acuerdo especialmente de que ese año la nota de corte fue altísima, no sabría decir si 78, 79 u 80, pero el caso es que ellas, aunque no pasaron el corte, se quedaron muy cerca, con notas cercanas al 75-76. Así que ni corta ni perezosa, descargué el test de la página del CGPJ y lo hice en mi casa, a ver si yo también era una superdotada y no me había dado cuenta. Pero cuando corregí la plantilla se me cayó un ojo al suelo. No llegaba ni al 50, madre mía, qué está pasando, me pregunté. Lloré desconsoladamente maldiciendo mi escasa inteligencia y envidiando a mis amigas. Después les pregunté qué leches habían hecho para sacar esas notas llevando el mismo tiempo que yo, y me dijeron que "nada en especial", que habían estudiado "lo normal", así que yo ya me quería cortar las venas con las hojas del planning. Pero no lo hice, simplemente seguí estudiando porque por el momento no se ha inventado ninguna fórmula para que la inteligencia o la capacidad se adquieran por ósmosis y menos aún por envidia.

De esas chicas a las que me refiero, una ya es juez y otra estoy segura de que lo será este año, pues ya ha aprobado el primer oral  y con una nota estratosférica. Si me preguntáis si me sigo comparando con ellas, pues os diré que con la que es juez, no, porque ya no hay comparación posible. Con la otra? Mentiría si digo que no. Me comparo, pero ya no es aquella obsesión enfermiza de las primeras semanas. Me alegro sinceramente por ella, porque es una mujer inteligente no, lo siguiente, culta, buena persona, justa, trabajadora, con una cabeza privilegiada y que además ha sufrido ya unos cuantos suspensos injustos. Me alegro y me comparo, porque no he encontrado la manera de no hacerlo. Y me comparo, es la verdad, la mayor parte de las veces de forma dramática, "porqué ella sí y yo no, porqué ella ha sacado esta notaza y yo no he logrado aprobar, porqué no soy más lista, porqué porqué porqué". Pero me dura unos minutos, no dejo que ese sentimiento se apodere de mí.

De un tiempo a esta parte he asumido con naturalidad que no todos los opositores tenemos las mismas capacidades. Yo no soy del montón de las más listas, ni de las que tienen una memoria privilegiada. Me ha costado reconocerlo, porque en la Universidad estaba siempre en el top 3 de los mejores expedientes de cada curso, tengo tantas matrículas de honor que la mayoría de los cursos pagaba una cantidad irrisoria del precio de la matrícula, y aún así, no soy una cabeza privilegiada. Mis notas se han basado siempre en un trabajo incansable, en horas y horas de estudio. Cuando empecé la oposición me flipé un poco (de esto hablaré en otro post, sobre cómo nos flipamos cuando empezamos) pero rápidamente me di la necesaria hostia contra el suelo y ya desde ahí la realidad me ha ido nokeando a base de bien. Mis capacidades no son como las de mis amigas, yo voy más despacio, tardo más en llegar a su nivel de literalidad, he tardado 4 años en tener el nivel suficiente para poder aprobar el primer oral (aunque no lo aprobé, sí podría haberlo aprobado), para poder cantar el examen entero, algo que ellas ya consiguieron llevando menos de 2 años de oposición. No importa. Es mi circunstancia.

Compararme con ellas siempre me ha hecho daño, porque no puedo ser más lista de lo que ya soy, no puedo memorizar más de lo que ya memorizo. Mis facultades son las que son, y compararme con personas que me superan en ese sentido sólo me perjudica. Así que me he propuesto seriamente abandonar este vicio de mierda. No más comparaciones destructivas. Si me miro en un espejo, que sea para imitar lo que me pueda servir para avanzar. Reconociendo en todo momento que si doy lo máximo de mí y llego hasta "x" punto, es porque en este momento es hasta donde puedo llegar. Pero que la vez siguiente llegaré más lejos. Y que no importa que otros, llevando como yo 4 años, ya hayan aprobado o hayan llegado 3 veces al último oral. Porque ellos tienen otras capacidades, otras circunstancias personales, otra vida. Y también habrán cometido quizás menos errores, habrán seguido una mejor estrategia. Al final todo eso no importa. Solo importa lo que tú misma seas capaz de sacar de cada fracaso, para reinventarte en una versión un poco mejor, y así enfrentarte con armas más perfeccionadas en tu próxima batalla.

Intentaré no compararme. No prometo conseguirlo, pero sí intentarlo con todas mis fuerzas.

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